Con un pañuelo de alas anchas.
Iré a Santiago, a golpe de cantos.
Un trino lejano corta mis labios.
Mis venas se hinchan de ternura,
para navegar entre los árboles.
Como brújula,
una pequeña hoja verde.
Y una ola de viento,
como faro.
Fabrico escaleras de papeles,
con el riesgo del olvido.
Subo a lo más alto,
para vivir en lo más bajo.
Paso de cielos en cielos,
cruzando ríos ya leídos,
en busca de mis anteriores canas.
Lo ya hecho, hecho esta.
Digerido por lo años y
rumiado por la rabia.
Que suerte tiene el viento,
la luz , la tierra, por tener derecho,
a pastar sobre tu piel.
Nada tengo para predicar.
Que decir mucho.
Si, el lecho ha quedado,
para hacer trapos.
Mira a ese Icaro,
que quemo sus alas, como
otros quemaron sus naves.
Yo he quemado sueños
navegables de oídos sordos.
Volver a comenzar.
Ha deshacer este enredo,
de trenzas de colores,
de tartamudeos húmedos.
Tengo que ir a Santiago,
como lo hizo el sevillano.
Iré con mi mochila vacía,
mis manos limpia
y mis pies desnudo.
Al cuello tu pañuelo de
alas anchas.
Uribazo.
Abril - 4 de Mayo 2004.