La vida.
Amaneció el dedo
desde el infinito,
preñando la verdad
con sal quemada.
Del llanto floreció
sudores de edades,
olvidando lo nuevo.
Perpetuo la visión,
en cuerpos ajenos;
y así,
tu piel abrigo la noche
para expulsar lo único
a un camino sin salida.
A la plaza llegaron,
carros tirados de confusiones
desapareciendo, escondiéndose,
bajo las campañillas
de los callejones.
En un abrir y cerrar,
paso la vida.
En un suspiro
desapareció el amanecer.
Volvió el dedo,
dentro de otro,
para otros.
Uribazo.
Cubas / Madrid.
29 - 04 - 04.