El Palomo.
Marcado por las miras de las envidias
vuela un palomo de copa en copa
¡Miradlo!
No hay maldad en su mirada.
Que bien se posa, están sus alas estrenadas.
¡El palomo niño!
¡El niño palomo!
Elegancia del vivir hallando.
El monte es morada de los perdidos,
el prado es matadero del incauto.
¡Llévese viento, a este palomo atrevido!
En arrebato de gargantas, a la mar llaman,
caracolas y fantasmas, caballito de mar
con alas.
Alas por alas, corazón en llamas.
¿Donde están las palabras?
¿Dónde esconden la grana?
Desde la altura vive, otros horizontes con gana,
que a la merced embriaga.
Hay puentes cristalinos de agua salada
¡Sus alas!
Son nuevas, pero
están gastadas
están agotadas
están quemadas,
de tanto remar,
de tanto nadar,
de tanto volar,
es su peregrinar.
Huir,
huir, correr,
correr,
huir de ese gavilán.
Entra la lengua del sol por su retina cansada,
es animación voraz, un letrero de neón.
¡El palomo señor!
¡El señor palomo!
No bebe del engaño, de aguas amargas.
De libretas viejas esta lleno el cuarterón,
donde se crío.
Ya no suena la música de los hierros.
Las palabras vanas han bajado al ruedo.
Camina altivo por un sendero de hilos sombríos.
Reparte con su pico, bastones de ébanos.
¡Calla!
Un cansancio común lo doblega.
Hace de su silencio un credo.
Que su aleteo castigue tus malos pensamientos.
Con lluvia de semillas secas,
sembraste la tierra bendita de granito negro.
Secaste el Cauto.
Enseñaste a sembrar los surcos, con los hijos
que la mar devolvió, la mentira germina donde
no nace la verdad.
Lo leí,
lo aprendí
lo comprendo
¡Cómo palomo maduro!
¡Cómo maduro palomo!
En una librería celestial:
Empieza,
limpieza,
termina,
cecina,
continuar,
puntúa, es carne seca,
es carne fresca.
Son escritura en fusa confusa,
son negra en blanca,
como eterno bostezo de manos atadas.
Plumas marchitas caen de nuestras espaldas
¡Sembrar de pichones todas las alambradas!
En caída libre me veo en sueño,
pero libre.
¡Libre cómo palomo!
¡Cómo palomo libre!
como un libro libre.
Ya puedo volar, libre.
Volar yo no puedo, papalotes de los viejos,
es ley de vida, libre.
De azul celeste palpitan mis venas,
un susurro de calor baña mis penas.
Es el miedo vestido de pachanguero,
Santiaguero.
Del Oriente te llaman, ¡ay! montaña.
El dolor a pan de madrugada, me adormece,
vuelo a la infancia, a mi patio palomar,
al faro guayabal.
De copa en copa,
de vida en vida,
de libro a copa,
de vida a muerte.
La Virgen de la Caridad del Cobre,
nos viene a salvar.
Rema,
Rema,
Remen por mí, con fuerzas.
¡Remen coño!
¡Viejo palomo, ya soy!
¡Ya soy un viejo palomo!
¿O ya fui?
¡Que más da!
¡Qué ya no puedo volar!
Pero libre he de estar,
así es mí bregar desde que nací,
desde que salí,
desde que huí de ese palomar,
marcado estoy.
Juan Palomo soy
pariente no muy lejano,
de aquel que sobrevive,
entre la tierra y la mar.
Uribazo.
setiembre / 2003