La playa.
Tiene la espuma
un mar de candilejas.
Alborotadores nocturnos,
cangrejos miopes,
almejas cojas,
amebas coquetas,
caracolas tímidas,
estrellas famosillas,
que juegan al pílla pílla,
bajo la capa de la luna.
La noche:
pone orden con su voz
de cuerda de arpa antigua,
a esta ciudad de peces voladores;
organizando fiesta de costa a costa,
donde los cuerpo desconocidos
se prometen amor de 24 seg.
El horizonte:
alla, de su ego vigila,
esta cerca para ser árbitro,
entre el cielo y la tierra.
La luz de unos ojazos,
deslumbra con su lenguaje
el ocaso invertido.
Sus manos doradas
disfrazada de rama divina,
alimento de una sola vida,
tiene al personal en remojo,
despojándolo de todo lo etéreo.
Hay consuelo en esa mirada,
hay paz en esas manos,
hay pasión esos pechos.
A lo lejo, sobre esta lengua
de arena blanquecina,
un cometa, alegra
la visión del incrédulo;
con su cola de algodón,
y corbata de hilo fino,
es prisionero de un niño,
que retoza insultante de inocencia,
sobre el lomo de un acordeón
de azul marino.
Uribazo.
Mayo - 04.