Noche de San Valentín.
  Aunque en mi estado de enfermo, castigado  por mi atrevimiento de osado, ante el reto del viento frío que perdido 
toco a mi  puerta, salí en tu busca. Cobarde  de mí, huía  sin ver lo que  podía perder. Pero  volví a ti, dolido en los
bronquios  y  escoltado  por  la fiebre.  Preso de un  hombrecito  bajito  de pito pequeño, pelo rizado, piel rosada y 
alado, que va disparando flechas por donde pasa. Este personaje aparece y desaparece como una luz intermitente
en nuestras vidas, para recordarnos que de vez en cuando la pasión puede ser la bebida de la perdición eterna y lo
eterno  es tan  efímero  como nuestra existencia. Que el amor es el castigo para dos almas condenada a amarse, 
que los errores es la marca de calidad del ser humano.
  Mirarme aquí sentado, escribiéndote y recordando la noche pasada. Que dentro de un torbellino de pasiones nos
perdimos, dentro de un mundo de sensaciones; sudamos, jadeamos, corrimos  montados  sobre nuestras locuras.
De susurros en susurros de confidencias en confidencias. Fuimos a lo más alto y él, testigo de nuestros actos fue
custodio; en  lo bellos  del andar,  marcado por nuestras  verdades y promesas. Que al final de la noche, encontró 
nuestras almas atadas a las sabanas, cómplice de nuestro juego.
     
  Te quedaste  dormida  y  no fuiste  testigo  de  lo que yo vi, sobre nosotros dos, en el infinito del cielo de nuestro
cuarto, estaba él, flotando, volando, suspendido, aleteando con frenesís sus alas de porcelana, su arco terciado al
pecho y sus flechas guardadas en el jamo  de  su cintura  y  una  sonrisa  socarrona de cómplice, con una mirada
infantil de zorro astuto, que me decía entre un guiño y otra mirada,  - adiós, misión cumplida, hasta la próxima -  y
yo quede allí tendido, a tu lado, adormecido  por  el  calor  de  tu cuerpo  y  tus suaves ronquidos.  Empezaba una
jornada diaria de sueño y  me  adentraba en  ella dándome cuenta que el amor tambiénes tan efímero como la vida
misma.


Uribazo/2003.
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